Es evidente que Laporte cometió un grave fallo en Anoeta. Producto de su inexperiencia o de que perdió los papeles, picó en el anzuelo del rival y se fue al vestuario. Le estaban buscando las cosquillas y cedió ante las pretensiones de los jugadores realistas. Es decir, primero analizamos el error propio. Supone la mejor medicina para mejorar en la vida.
Ahora bien, buena gente sí... pero no podemos ser tontos. La acción de Laporte es "marca de la casa" de Sergio Ramos en todos los partidos que juega. Y fiel a Pepe durante los 90 minutos que disputa cada domingo. Sacan el brazo a relucir y lo que no es el brazo en todo momento. Dan leña de la buena. Se extralimitan hasta topes insospechados. ¿Y el árbitro les expulsa? Pues no. Siguen jugando con total libertad para seguir ofreciendo un recital de juego sucio.
Por lo tanto, no descubro la pólvora si existe una vara de medir absolutamente distinta entre Sergio Ramos o Pepe y por ejemplo Laporte. A los dos primeros se les permite de todo. En cambio, nuestro futbolista sacó el brazo y a las primeras de cambio se fue a la ducha.
Es la injusticia de este fútbol que en este sentido da auténtico asco. Ramos y Pepe son dos jugadores sucios, sucios... y más sucios. Pero aquí paz y en el cielo gloria. Insisto, qué asco coño.
No hay comentarios:
Publicar un comentario