Comparar dos casos que no guardan analogía por ninguno de sus poros es tergiversar la realidad o para ser más exactos, mentir como cosacos. No se puede enaltecer a uno para hundir al otro cuando ambas situaciones son diametralmente opuestas.
Esto es lo que está sucediendo con Kepa y Herrerín. Leo opiniones (de periodistas y aficionados) enalteciendo la renovación del segundo para criticar hasta la saciedad el casi seguro adiós del primero. Y eso, insisto, es mentir.
A Kepa se le pueden criticar sus formas, pero en cierto modo, aunque nos duela enormemente, se puede entender su fichaje por el Real Madrid. ¿Qué haríamos nosotros si estamos en un trabajo donde nos pagan uno y nos llaman de otro currelo donde nos ofrecen dos, tres... o incluso más? Pues nos vamos con los ojos cerrados. Cada uno busca el bienestar propio y asegurar el futuro cuanto antes. Y si tienes una buena pasta en el banco, tu futuro está plenamente garantizado. ¿Pesetero? Para nada. Es lo que hay. Luego, más que Kepa está la capacidad de un dirigente para intentar que un jugador importante se quede en tu club buscando mil fórmulas que el que manda tendría que buscar porque para eso está ahí, no para hablar de Gure Estiloa y más tarde cagarla hasta el fondo.
Y Herrerín ha renovado por el Athletic porque sabe perfectamente que no va a recibir una oferta de Madrid o Barca. No seamos falsos. ¿Qué haría Herrerín si tiene una oferta de Madrid o Barca? Pues casi con toda seguridad también se marcharía. El margen de duda es ínfimo. Está más claro que el agua.
En fin, ni Kepa es tan malo ni Herrerín es tan bueno. Uno se va a marchar porque lo llamó el Madrid y le garantiza su futuro económico por encima de jugar en un poderoso. Y otro se va a quedar porque sabe que no lo va a llamar un grande... aunque para nosotros el más grande es nuestro bendito Athletic. Eso es evidente.
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